miércoles, 14 de marzo de 2012

TALLER DE LECTURA "HOJAS COMO HOJAS"

La decisión de Makemake
(Versión libre de una leyenda de la isla de Pascua) Lilia Lardone
En el volcán hay un hombre, Makemake.
El fondo del volcán huele a podredumbre, a totoras inmóviles en el agua estancada, a frutas caídas de los plátanos y mezcladas con los gusanos en la tierra negruzca, a raíces de ñames y camotes. Makemake sabe que arriba, trepando por las laderas resbaladizas en las que cada paso debe considerarse con atención, por el peligro de deslizamiento, el aire huele a mar.
La corriente entra por el costado bajo del volcán, allí donde en otros tiempos volcó en el agua su furia roja, su lava y sus cenizas.
A Makemake le gusta mirar el mar, cuando decide abandonar el follaje que lo protege del sol. Arriba, el viento salino le pega en las carnes, cada capa de su piel despierta y se abre. Él respira hondo, al vaivén de las olas que chocan contra los acantilados negros, y siente la plenitud.
En el volcán también hay una mujer, Vivina. Makemake la modeló un día, después de la lluvia, después de varios días en los que ni el aire del mar le apaciguaba la inquietud. Fue así: llovía, y él estaba en cuclillas, esperando a que el aguacero terminara, bajo un gran árbol de palta.
De pronto, la lluvia cesa. Los pájaros empiezan a volar, los charcos se aquietan de a poco, y entonces Makemake, de pie, se mira en el agua. Conoce de sobra su figura, pero lo sorprende un pájaro: antes de sentir sus patas sobre el hombro, ve la imagen alada en el agua. Es un augurio, seguro que es un augurio, piensa Makemake y la inquietud de días atrás se agudiza. ¿Será el momento de una decisión? Busca una calabaza, la llena gota a gota con el agua que aún cae de las hojas, porque la calabaza calmará su sed hasta la próxima lluvia.
Sin embargo, un impulso lo hace derramar el agua sobre una piedra. El agua se escurre y desaparece.
Makemake se inquieta aún más. Una pluma del pájaro cae y roza su brazo, y a pesar de la lluvia la piel del hombre arde, tiembla, demanda.
Makemake se mira las manos, un escozor empieza en las yemas de los dedos y corre por sus brazos: es el momento, sí, este es el momento que estuvo esperando. Las manos van hacia la tierra húmeda, la apresan, la aplastan…El ardor de la piel se calma a medida que la figura de barro muestra cabeza, brazos, piernas. La figura se agranda, la mujer alza una mano y la apoya en el hombro de Makemake. Ya no está solo.

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