miércoles, 10 de enero de 2007

SALA DE ESPERA

SALA DE ESPERA

Cuando me anoté en este curso lo hice pensando “yo haría educación ambiental desde la experiencia de la gente”.

Los nenes leen
Alegres en la sala
Leer les da alas

Hay olor a pis y a humedad, a cuerpo sucio y a enfermedad. Desde los consultorios llega el olor de la asepsia.

Sufría. En una oficina de tres por cuatro. Rodeada de libros técnicos. Aprisionada por la frase “Información para el desarrollo”. Pocos usuarios. No había mucho para ofrecer. ¿Para qué queremos una bibliotecaria?, habían dicho algunos a su llegada. Imaginó que alguien necesitaría información. ¿Quienes? Casi nadie. En un lugar donde pocos leían, era rara, extraña. Vagaba. ¿Era vaga? Hacía poco se había dado cuenta de que “la opción por los pobres” de la infancia, ahora era la opción por la pobreza. Pobreza, tristeza. Falta de recursos, falta de alegría. Aceptó una invitación. Fue a un taller sobre libros para chicos, desde el hartazgo, para probar. Cien libros para chicos le dijeron que leer es contagioso. En el encuentro descubrió que todos, todas tenemos algo para contar. Comenzó un curso por Internet, sobre los otros y la experiencia. No pudo dar marcha atrás. No quiso. Con la angustia a cuestas, fue a un Centro de Salud. A la sala de espera. Con los libros.

Me gusta el texto de Morey, Benjamin paseante....me tranquiliza, en mi paseo, mi vagabundeo, me parece que están pasando cosas.

Le faltan dientes pero igual se ríe y señala los dibujos y las palabras y pide que le lea. Es un hombre.

Soy bibliotecaria y trabajo en el Servicio Forestal Andino, Dirección de Bosques, Ministerio de Producción. Donde me piden que me ocupe de la Educación Ambiental. Esto me genera muchas dudas, no sé cómo hacerlo. Además de que no soy especialista en el tema, no me gusta la idea de bajar una información desde el "nosotros sabemos, ustedes no saben". Creo que hay un saber, ¿desde la experiencia?, de la gente, y que hay que ver cómo juntamos esos saberes.

Se juntó con otras mujeres. De los centros de salud. Los jardines maternales. Evaluaron el trabajo. Aparecieron palabras: emoción, relajación, creación, esperanza, regreso, soñar, disfrutar, encuentro, futuro, cambio, movilización.

Una mujer del campo. No sabe leer. En un libro con cuadros de Van Gogh reconoce los campos de trigo, el descanso, los comedores de papas. Antes sembrábamos trigo, avena, papas. Y ahora?. Y ahora no, se puso fea la tierra. Mientras leo lo que dice Benjamín de que el hombre se ha quedado sin experiencia, pienso en las personas que veo, enmudecidas, en la sala de espera.
El padre de la mesticita perdió la lengua. Sus abuelos mapuches se obligaron al silencio. Se murmuraron: al que habla en lengua lo matan y le cortan una oreja.

Le dicen: se robaron los libros. Prefiere decir: se los llevaron.

La desesperación por salir del encierro y liberarse de la opresión en el pecho. Las palabras que curan, alivian, reconfortan, fortalecen.

No le pregunté el nombre ni la edad ni a que escuela iba. Sólo le pregunté si me quería ayudar a hacer rollitos con hojas de revistas viejas. Hicimos un móvil. Hablamos lo necesario para que pudiera hacer los rollitos. Nos pasábamos la plasticola. Cuando casi se vació la sala de espera me inquieté: ¿con quién viniste?, con mi mamá, es aquella señora?, no, se está atendiendo. Colgamos el móvil. Se fue con su mamá. Me fui con mis libros. Antes nos habíamos cansado de leer.

Le piden una y otra canción, de un libro y de otro. Zongos y borondongos, Que llueva, que llueva, Érase una vez. Un remolino de canciones, palabras y libros que los sumergen, y desde ahí, inmersa, ve a otros chicos, otras mamás, a los que no alcanza, no llega. (O tal vez si)

Me gusta lo de Skliar del “no sé”. Porque ahora, me encuentro diciendo no sé, no sé cómo va a ser, no sé cómo hacerlo, pero quiero hacerlo. Y me relajo en ese “no sé” porque, ahora me doy cuenta, lo estoy planteando con responsabilidad, y con ganas de seguir.

Silencio en la sala de espera, el primer día un silencio apagado, hostil, indiferente, golpeado. Ahora es un silencio atento, de escucha, dispuesto, receptivo.

Me acerqué. Le pregunté si quería que le leyera. Él, inmutable. No contestó, como si yo no estuviese. Abrí el libro y empecé a leer. El seguía imperturbable, no cambiaba de gesto, inexpresivo. Yo no sabía si le gustaba o no, le preguntaba si quería que siguiese... Sin respuesta. Decidí llegar hasta el final. Cuando terminé el cuento, le pregunté si quería que le leyera otro. Me dijo que sí. Después se sentó y empezó a mirar libros, muy animado. Cuando terminaba un libro su mamá buscaba otro y se lo acercaba.

La lectura como la vara del rabdomante, que busca agua. No sabe dónde está la fuente, pero sabe que está. La lectura, como la linterna, que lleva desesperada, en el bosque oscuro, buscando un claro, la luz.

Sería fantástico que en la Biblioteca del Servicio Forestal Andino, hubiera libros para chicos, para seguir haciendo estas visitas.
Sería fantástico tener también más libros sobre plantas.
Sería fantástico que cada Centro de Salud tuviera un rincón de lectura.
Sería fantástico que la Biblioteca Sarmiento tuviese más libros para chicos.
Sería fantástico que cada Jardín Maternal tuviera una biblioteca.
Ojalá que no sea fantasía. Ojalá que se haga realidad.

A veces me pongo muy ansiosa, en los momentos de encuentro. Me siento rara, volando, desencajada, no sé lo que está pasando, sólo ponemos los libros y los chicos se abalanzan, o piden más y más, les leemos y no nos dan tregua, o se aburren y se van por ahí...

Dar permiso a la imaginación, a las propias imágenes, a las propias palabras.

La lectura de la clase de Larrosa me reconforta. No puedo teorizar mucho, pero "me hallo" en esa lectura. "Me hallo" en el norte quiere decir, estar a gusto. Cuando se dice que alguien "no se halla", quiere decir que extraña. ¿el ex de ex-periencia?, el ex de extrañamiento?

Una mujer mira desde lejos los libros. Le acerca uno. La mujer dice que no sabe leer.

Queremos contar que estamos yendo los miércoles al Centro de Salud del barrio IPPV. Llevamos libros para chicos. Mostramos los libros, contamos un cuento, dos, tres.... Los chicos piden. Las mamás escuchan, mientras esperan que las atienda el médico. Tienen caras de preocupadas, a veces están serias. De a poco, los nenes le muestran los libros a su mamá. Las mamás calladas, miran, asienten, se incomodan, les leen, se empacan, se enojan, acceden.
Los libros vinieron para los Jardines Maternales Comunitarios. Son 100. Ellos los comparten y los llevamos al Centro de Salud. A veces no alcanzan. Vamos a la Biblioteca Sarmiento. Ahí nos prestan 40 o 50 libros para chicos. Están leídos, ajados, estropeados.
Todos los miércoles sucede algo distinto. Todos los miércoles se da un encuentro. De los chicos con los libros, las mamás con sus hijos, nosotras con la gente, entre compañeros y compañeras de trabajo. Nos vamos animando. (Animando, de atrevernos y animando, de que nos va volviendo el alma).

Se sumerge en la lectura, es como un líquido amniótico que la protege y la acuna.

Desde la Biblioteca del Servicio Forestal Andino deberíamos hacer educación ambiental. Sabemos de libros. Y sabemos de leer. Sabemos que al leer, alguien se puede transformar. Y si alguien se transforma, quizás, le den ganas de plantar un árbol, o juntar la basura, o aprovechar las lanas viejas para hacer una manta. Si alguien se transforma, después de haber leído, quizás tenga otro entusiasmo para preparar la huerta, y regar un frutal, plantar sauces para calefaccionarse en el invierno, hacer briquetas con resto de aserrín, con sus hijos, en su casa.

EXILIO
Afuera del útero queda
La incertidumbre de la intemperie
El universo nos da lugar para crecer.

Pienso en ellos a raíz de un comentario que hizo una médica generalista de cómo hacer para que la gente en el consultorio pudiera expresar lo que le pasaba. Y los veo, en la sala de espera, callados, silenciosos, mientras nosotras, Laura y yo, sacamos libros, los ponemos sobre una mesa, les leemos un cuento a los chicos. Está sucediendo que algunas mamás, después de que damos el puntapié inicial (y con la excusa de tomar agua, nos vamos a la cocina, para dejar que hagan ellos...) las madres empiezan a leerles a sus hijos.

Hay paciencia, miradas, escucha, cobijo, albergue. Algo se ilumina con las nuevas palabras, algo se endulza, algo se liga.

Leer quizás sea como amar.
Leer, como el amor, desborda, con una E que se duplica.
Leer para otros, con otros, desde otros, lo de otros.
Saber leer es como saber amar. Poder leer es como poder amar.
Leer, con L de lengua, que modula y define. Leer con E de enamorarse, de
ensimismarse, de empezar, de encontrarse, de extraviarse. E multiplicada,
desbordada. R, áspera, ríspida, que raspa, entre los dientes.
Amar. A de amanecer, de anochecer. De amar y amargar. M de madre y de matriz, de mirada, de melón (corazón de melón ¿o el melón es la cabeza?), M de morir y de matar, de mientras, mientras….¡tanto!. Otra vez A, de amar, agitar, abrazar, alcanzar, admirar. R de nuevo de dolor atravesado, de ruina, rasgo, ruptura y remolino.
Ele y eme, letras dulces y suaves. A y e letras abiertas, que liberan. Erre y Erre, que ruedan y raspan, dejan huella.
Aprender a amar, como aprender a leer.
Como esa nena que deletrea, letra a letra, palabra a palabra, hoja a hoja, hasta llegar al final del libro con el deseo -si no la certeza- de que es posible leer con fluidez y disfrutar del sonido y los sentidos que producen las palabras.
Yo la escucho, con la certeza de que es posible.

Las lecturas me "pegan". En la Biblioteca donde trabajo los temas son de ingeniería, ciencias naturales, biología. Y a mí me sale lo literario. Vuestros textos confirman mi sospecha, confirman mi camino. Me confirmo, me conformo, me formo.

Me reflejo en Larrosa y su autocomprensión narrativa. Organizo, eso intento, mi propia experiencia, el sentido de lo que me pasa. Está apareciendo mi propia identidad, el sentido de quien soy.

Una chica de 19 años le pide el “Libro de Pensamientos Propios”. Lo hicieron los chicos de la escuela rural de Arroyo Las Minas. Le pregunta cómo lo conoce. Este libro lo hicimos nosotros, yo soy Soledad Cayunao.

Ultimo momento: La semana pasada llegó a la biblioteca “Unasylva”, la revista de la FAO sobre bosques. El título de la edición: “Los bosques y la salud humana”.

El alivio que quiere para los torsos (“otros” mal tipiado). Torsos achacados, agachados, agarrotados.

¿Ella, es otra? Desde que acepta su otredad, su sufrimiento, su dolor. Desde que intenta salir y sobrevivir, empieza a poder.
Ahora sí, la opción por los pobres. Por ella, por los otros. Ahora sí, de esta otra manera, información para el desarrollo.


María Canale
Curso Experiencia y Alteridad en Educación (FLACSO)
El Bolsón, Enero de 2007