jueves, 11 de diciembre de 2008

ESCUELA HOGAR 2008. Re-visión


“…Después de la lectura, lo importante no es lo que nosotros sepamos del texto o lo que nosotros pensemos del texto sino lo que con el texto o contra el texto o a partir del texto nosotros seamos capaces de pensar”

Jorge Larrosa, en “La experiencia de la lectura”



En los encuentros con los chicos y la palabra, quizás la propuesta era promover el pensar.
Quizás eso haya sucedido. O quizás no. ¿Fue posible en las diversas idas y venidas con los libros?
¿Pudimos conversar, con los chicos, las maestras?
¿Pudimos decir lo que pensamos?
Algo sucedió en primer grado, según me contó Marita, la maestra, una tarde que nos encontramos casualmente en la librería. Una nena había hecho un dibujo todo verde. Y los chicos dijeron “Como el cuento de María…!” refiriéndose a “El hombrecito verde” que leí para toda la escuela en la fiesta del Día del Libro.
Esto ocurre, aunque a veces no lo podamos dimensionar. A partir de la lectura de un cuento, se producen aperturas, que harán que cada quien vaya construyendo su pensamiento.
Si bien con cada visita se fue fortaleciendo la relación con los chicos y los docentes, es importante que en la escuela exista un espacio con libros donde los chicos puedan acudir a leer, a mirar y elegir libros, a reunirse, a conversar sobre los libros. Hacia fin de año comencé a tener la sensación de que mis visitas quedaban en lo mero anecdótico, (que de todos modos creo que es mejor que suceda a que no suceda en la vida escolar de los niños). Si nuestro deseo es que los niños, a medida que crezcan, sean lectores autónomos, con capacidad de elegir sus lecturas, de discriminar qué les gusta y qué no; debemos ofrecer la posibilidad de que puedan desarrollar estas capacidades. Y esto se ofrece creando el espacio que menciono, con una colección apropiada de libros para niños, y con un adulto que los acompañe y oriente en las elecciones.
En todos los grupos, en los momentos de lectura compartida se dieron distintos tipos de escucha. A veces fue una escucha tensa, impuesta, que desbordaba en movimientos que resistían la imposición. Otras veces, esos movimientos eran de juego, de interacción, con los compañeros, con quien leía, con el texto. En ese movimiento los chicos repetían palabras,
re-citaban el texto.
Los mejores encuentros fueron cuando yo escuché lo que sucedía en el grupo. (Si estaban muy inquietos, pensaba que quizás estaban incómodos, al planteárselo a los chicos, se acomodaban mejor y se disponían de otro modo a la escucha. Si eran muy dispersos, les leía poesía sin rima y con versos irregulares, donde cada uno se acomodaba al ritmo de la poesía. Si los veía muy exigidos, les proponía descansar mientras yo leía)
Como dije en otro escrito:
No proponemos una lectura para entretenerse. Tampoco una lectura para adquirir conocimientos. Proponemos una lectura en la que algo nos pase, nos atraviese, nos transforme.
Una lectura que nos haga sentirnos vivos, que nos reconforte.
Una lectura que nos haga pensar, nos haga tomar distancia de lo que no nos gusta.
Una lectura que nos dé nuevas palabras para nombrar al mundo.
Se trata de promover el encuentro, fortalecer los vínculos, encontrar palabras antídoto, hacer que aparezcan las ganas de leer, escribir, caminar, poner plantas, hacer pan.
Se trata de cuidarnos y cuidar este bosque que nos da un lugar donde vivir.

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