De pronto lo vimos entero.
Aunque decir entero sea tal vez una exageración porque era realmente imposible abarcarlo con la mirada . Era tan intrincado, tantos sus detalles. Tantos sus enriedos de ramas, raíces, hojas, brotes, tallos en laberintos verdes y húmedos, que la vista se nos perdía. Como si el árbol fuera una caligrafía misteriosa que no podíamos descifrar.
Y estuvimos largo rato hasta que nuestros ojos se rindieron ante lo imposible y tuvimos que decidir hacerlo de otra manera.
Y nos fuimos acercando sintiendo en cada paso su olor, la humedad, sus colores y textura, hasta poder tocarlo.
Y el árbol enmarañado,tal vez agradecido, nos fue envolviendo, abrazando, apretando. Hasta perdernos en su centro, su alma verde,fresca y barroca.
Adriana Berro
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